Habrá quien interprete el ataque de Hamás a Israel del sábado como una respuesta a la cruel política israelí hacia los palestinos ante la indiferencia del resto del mundo. Más allá de que la matanza de civiles jamás esté justificada, la envergadura y el momento elegido para la espectacular y sorpresiva operación apuntan a un factor geopolítico de crucial trascendencia: el eventual establecimiento de relaciones diplomáticas entre Israel y Arabia Saudí. Tal posibilidad pone los pelos de punta a Irán y a sus aliados del eje de la resistencia, Hamás incluido.
Pocos saben en qué punto se encuentran las conversaciones / negociaciones entre Tel Aviv y Riad. “Estados Unidos está haciendo todo lo posible y más para que el reino dé el paso”, confiaba hace unos días a esta periodista un ex alto cargo saudí. De acuerdo con las filtraciones publicadas en medios anglosajones, el gancho es un pacto de Defensa que elevaría la alianza de Estados Unidos con Arabia Saudí al mismo nivel que con Israel (“major non-NATO ally”, o aliado principal fuera de la OTAN), por encima del declarado deseo saudí de contar con un programa nuclear civil que incluya el enriquecimiento de uranio.
Israel siempre ha buscado el reconocimiento de sus vecinos árabes y logró un importante éxito diplomático con los Acuerdos de Abraham (2020) y la consiguiente normalización de relaciones con Emiratos Árabes Unidos, Bahréin y Marruecos. Tras el interés saudí está su histórica desconfianza hacia Irán, a quien responsabilizó de los ataques a sus instalaciones petroleras en 2019, y que la reciente reapertura de embajadas no ha atenuado. El escaso calado de esos lazos quedó patente el pasado lunes cuando el equipo de fútbol saudí Al Ittihad viajó a Isfahán para enfrentarse al iraní Sepahan en un partido de la Liga de Campeones Asiática. Los visitantes abandonaron el estadio sin jugar al descubrir en el túnel de salida al campo tres bustos del Qasem Soleimani, un general de la Guardia Revolucionaria asesinado por EE UU en Bagdad, que los iraníes consideran un héroe y los saudíes un terrorista. Para Riad se trató de una provocación.
Aun así, dar el paso de establecer relaciones con Israel no es fácil. Ni siquiera para el hombre fuerte del reino, el príncipe heredero Mohamed Bin Salmán, que desde que tomó las riendas del poder ha dado muestras de gran osadía. “Sería su decisión más arriesgada, especialmente con el actual Gobierno [israelí] ultra”, asegura la fuente antes citada, ante la ausencia de mínimas concesiones a los palestinos. En opinión de este observador cualificado, las recientes declaraciones del heredero respecto a que el acuerdo con Israel “cada día está más cerca”, son una forma de mantener la puerta abierta mientras sopesa el coste-beneficio.
En cualquier caso, el ataque de Hamás, un golpe a ese proyecto, no responde a las últimas palabras del príncipe Mohamed. Su complejidad apunta a una larga planificación previa. Y al respaldo de su principal aliado, Irán, quien ni siquiera se ha molestado en esconder sus simpatías al respecto. “Apoyamos las encomiables operaciones Tormenta de Al Aqsa”, se apresuró a declarar el general Rahim Safavi, máximo asesor militar del líder supremo iraní. Por si quedaba alguna duda.
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