Vertiginosas rocas oscuras cortan el Océano Atlántico Norte. Suaves páramos de un verde brillante ondulan hasta las coloridas casas de los pescadores, anidadas en estos relieves que emergen del mar agitado por las depresiones marinas. Aquí, en cada familia, hay pescadores y recuerdos de gente perdida en el mar. En tierra, ovejas y frailecillos salpican el paisaje.
Las Islas Feroe forman un archipiélago de dieciocho islas, de origen volcánico, esparcidas por el norte de Europa, a medio camino entre las Shetland escocesas e Islandia con las que tanto se parece. Un archipiélago que adquirió su autonomía en 1948, tras más de quinientos años de dominación danesa. Es en Torshavn, la capital situada en la isla de Streymoy, la mayor de las dieciocho islas, donde se encuentra el gobierno de las Islas Feroe, sus ministerios y su Parlamento. Un pequeño pueblo de 14.000 habitantes que el famoso poeta y novelista local William Heinesen describe como «el ombligo del mundo».
No muy lejos del puerto de Torshavn, el taller Steinprent (“litografía sobre piedra”, en feroés) está instalado en una antigua fábrica. Arriba, a la luz cenital, perfectas planchas de impresión, dibujos, grabados se añaden a la pared o se colocan en el suelo. En el centro de la sala hay varias prensas enormes. Y gruesas losas de piedra caliza inmaculada, que la poeta feroesa Liv Maria Roadottir Jæger acaricia con una delicadeza casi infantil. Ella tiene cabello largo, delgado y rubio y ojos azul profundo.
Sobre estas piedras grabadas son responsables de muchos de sus poemas. Este proyecto llamado mi nombre esta escrito a mano también se puso música y se cantó. “Escribir no es suficiente para mí. Me gusta pensar en la forma de mis textos, para darles otra vida gracias a la colaboración con otros artistas», explica el poeta de 42 años que también escribe letras de canciones. En la Universidad de Torshavn, enseña escritura creativa a menos de una docena de estudiantes que han decidido quedarse en la isla de Streymoy para estudiar, cuando la mayoría de los padres jóvenes en Copenhague estudian o trabajan. Así lo hizo Liv Maria Roadottir Jæger en 2002. Habrá que esperar a 2019 para que vuelva a vivir en las Islas Feroe. “Me fui por diecisiete años. A mi regreso, aquí todo había cambiado, ya no miraba nada de la misma manera. Puede haber fortalecido mi escritura. Pude despegarme de mis recuerdos de infancia, adolescencia que tuve aquí”ella dice.
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