martes, octubre 15

Xavi y el efecto Guardiola | Fútbol | Deportes

A excepción de Pelé, que siempre estuvo vinculado al Santos, los jugadores cuya trayectoria explica la evolución del fútbol han estado vinculados al Barça. Cruyff, Maradona y Messi vistieron la camiseta azulgrana y hasta Di Stéfano llegó a ser compañero en algún amistoso de Kubala, icono barcelonista junto a Ronaldinho o Samitier. El estilo del Barça, sin embargo, se construyó a partir del ideario de sus entrenadores, alguno controvertido —Helenio Herrera— y otros singulares, ninguno como Cruyff o Guardiola.

No es una cuestión cualquiera si se compara con el Madrid o el Bayern, en los que el espíritu de club se impone al de cualquier jugador o técnico, ya sea local —hablamos de Muñoz o Molowny— o cosmopolita —pocos como Ancelotti—. El contexto ayuda a entender también la manera de ser de Xavi. El técnico está doblemente presionado por el peso de la historia del banquillo barcelonista y por la necesidad que tiene el club de ganar para que no pare la máquina de generar palancas o mantener el círculo virtuoso activado desde la partida de Gaspart y la llegada de Laporta.

El estómago de Laporta depende de la cabeza de Xavi y la carrera del entrenador está condicionada por su condición de sustituto de Koeman y heredero de Guardiola. Un reto mayúsculo y difícil de afrontar por más que Xavi ya fuera capaz de sortear como jugador las comparaciones a las que se vio sometido con Guardiola. El conflicto solo se superó cuando Xavi dejó de ser mediocentro y pasó a ser el mejor volante de Europa con Luis y Rijkaard después de una dura etapa de formación con Van Gaal.

Xavi metabolizó el barcelonismo como futbolista y ahora le toca hacerlo como entrenador una vez que se ha anunciado la renovación hasta 2025. Los plazos cortos le vienen bien tanto a la directiva como al cuerpo técnico porque no hay futuro a medio plazo si el equipo no se impone en el próximo partido ante el Celta. Xavi se ha ganado en cualquier caso la continuidad después de que nada más llegar clasificara al equipo para la Champions y después lograra la Supercopa y la Liga frente al Madrid. Nada mejor para conquistar el mercado global que ganar el torneo local ante el que es además el rey de Europa.

Aspirar a la grandeza

La cuestión es que ahora desde la condición de campeón ya no alcanza solo con la victoria sino que se trata de jugar mucho mejor —y a poder ser bonito— y también disputar la Champions. A Xavi por tanto le vendría bien dejar de ser preventivo como ha sido hasta ahora, aliado con la afición más que con la directiva, escudo protector de sus jugadores hasta el extremo de convertir la crítica en un asunto personal, para anticiparse a la jugada y coger el hilo del juego que siempre identificó al Barça a partir de Wembley 1992. Xavi fue reclamado en 2021 para reconstruir al equipo de la misma manera que los socios eligieron a Laporta para sacar al club de la ruina después de su éxito en 2003 a partir de Rijkaard y en 2008 con Guardiola. El presidente no estaba precisamente muy a favor ni tampoco muy en contra de Xavi cuando dejó caer a Koeman. El entrenador catalán superó entonces una situación de enorme precariedad porque a su llegada todo le era tan extraño que no reconocía siquiera a La Masia. El Barça había dejado de ser el Barça para Xavi.

Hoy, dos años después, Gündogan descartó renovar por el City para fichar por el Barça. Xavi ha tenido mucho que ver en las decisiones de los futbolistas que han llegado y los que se han quedado como Balde y Yamal. El momento invita a la liberación más que a las comparaciones y a los complejos después de dar la vuelta a una situación tan difícil que incluso peligraba la clasificación para la Champions. Una vez que ha sacado al equipo de la miseria, Xavi debe aspirar a la grandeza con un juego más corporativo y respetuoso con la herencia del Dream Team que nominal y por tanto personificado en Cruyff o Guardiola.

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