En agosto del 2000, Alberto Fujimori, que había conseguido su segunda reelección en Palacio en medio de cuestionamientos de fraude, ofreció una conferencia de prensa junto a su asesor Vladimiro Montesinos para anunciar que el servicio de inteligencia peruano había desarticulado una red de contrabando de armas que abastecía a la guerrilla colombiana de las FARC. El armamento, contó el expresidente de Perú, era comprado en Jordania, recorría las Islas Canarias y Guyana para luego ser lanzado en paracaídas sobre territorio colombiano, en la zona de Barrancominas, en el departamento de Guainía. Luego, la aeronave, que supuestamente transportaba madera, aterrizaba en Iquitos, la capital de la región selvática de Loreto, en Perú.
“Este tráfico hacía peligrar la seguridad nacional y la de toda la región porque fortalecía a las FARC”, dijo Fujimori por aquellos días. La misión militar había sido bautizada como el Plan Siberia y, según las autoridades, era fruto de un esforzado seguimiento de más de un año por el Servicio de Inteligencia Nacional (SIN). Una investigación periodística destapó poco después que la exitosa operación en realidad había sido un fraude, orquestado por Fujimori y Montesinos, para camuflar que los contrabandistas que dotaban de armas a las FARC eran ellos. En otras palabras, falsificar los hechos para quedar como héroes.
El libanés Sarkis Soghanalian, un colaborador de la Agencia Central de Inteligencia (CIA por sus siglas en inglés), confesó que él coordinó directamente la venta de los fusiles AK-47 con la dupla que gobernaba Perú. En un intento por evadir su culpa, los implicados acusaron al teniente del Ejército José Aybar, pero este afirmó que Montesinos había dirigido dicha operación ilegal. Al enterarse por unos oficiales de la CIA de que el servicio de inteligencia colombiana estaba siguiendo la pista del contrabando de fusiles a las FARC, quienes exhibían un inusual poderío, Fujimori y Montesinos diseñaron el supuesto Plan Siberia para detener a los involucrados.
En setiembre de 2006, Vladimiro Montesinos fue sentenciado a 20 años de cárcel, junto a 35 implicados, por esta venta ilegal. Uno de ellos, quien arrastraba una condena de 25 años de prisión, ha sido detenido este martes, dos décadas después, en Albania, a más de 11.000 kilómetros de Perú. Se trata del ucraniano Dmytro Chornyi, de 58 años, quien lideró la tripulación de la aeronave rusa Ilyushin IL-76 que en 1999 recogió 10.000 fusiles AK-47, vendidos por Jordania al Ejército peruano, y los lanzó con diligencia en paracaídas al territorio de las FARC. Las armas fueron fabricadas por la República Democrática Alemana (RDA).
Chornyi fue capturado cuando intentaba ingresar al país balcánico por la zona norte, en el paso fronterizo de Morina, en Kosovo. Esta operación, que sí fue un verdadero éxito, estuvo a cargo de la policía local de Kuka en cooperación con la oficina de Interpol ubicada en Tirana, capital de Albania. Es precisamente esta oficina de Interpol la que está coordinando con sus pares en Perú la extradición de Dmytro Chornyi.
Andrés Pastrana, entonces presidente de Colombia, relató el fraude en su libro Memorias olvidadas, en un capítulo llamado Los fusiles que tumbaron a Fujimori. Su servicio de inteligencia detectó que el “jefe de las operaciones de narcotráfico de las FARC le suministró al narcotraficante brasileño Fernandinho la droga necesaria para obtener el dinero con el que las FARC le pagaron al Gobierno del Perú el precio de las armas”. El plan inicial era que fueran 50.000 fusiles AK-47, pero solo se entregaron fraudulentamente 10.000. En octubre de 2000, dos meses después de la conferencia de prensa de Fujimori y Montesinos, Pastrana abordó a Fujimori en una cumbre en Brasilia, y le reclamó airadamente por la que es considerada una de las operaciones más perversas para armar a una guerrilla en la región.
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“Es incalificable que Perú se haya prestado para algo tan perverso como rearmar al terrorismo en Colombia […] Piensa por un momento, Alberto, cuál habría sido tu reacción y la de tu país si el Gobierno colombiano hubiera servido de intermediario clandestino para rearmar, a tus espaldas, a las organizaciones terroristas del Perú”, le increpó Pastrana. Un mes después, el 19 de noviembre de 2000, Fujimori renunció a la presidencia de Perú por fax desde Japón tras el destape de la corrupción sistemática de su Gobierno. La captura del ucraniano Dmytro Chornyi trae al recuerdo un episodio que manchó a la nación.
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