La crisis de la cooperación internacional ha alcanzado un punto crítico que pone en riesgo la vida de millones en todo el mundo. La reciente desaparición de una de las principales agencias de desarrollo global, junto con recortes masivos por parte de otros países tradicionalmente donantes, ha encendido todas las alarmas en el sector humanitario. Más de 300 millones de personas podrían verse afectadas por esta situación, especialmente en regiones altamente vulnerables como África y Asia, donde gran parte de la población depende de la asistencia exterior para su supervivencia básica.
Este enfoque fue el tema principal de una reunión reciente entre enviados de diversas organizaciones de ayuda humanitaria de alto rango, quienes acordaron que se enfrenta a una crisis nunca antes vista. Los números presentados son preocupantes: millones de individuos han dejado de tener acceso a servicios de comida, vacunas, agua limpia y cuidados médicos imprescindibles debido al fin del financiamiento.
Recientemente, una de las organizaciones de ayuda más destacadas a nivel mundial manejaba un presupuesto anual que superaba los 35.000 millones de dólares, destinado a proyectos de desarrollo y emergencias en más de cien naciones. Su clausura ha dejado un gran vacío en el sistema global de colaboración. No obstante, este no ha sido un caso único. Otros países que solían donar también han disminuido considerablemente sus contribuciones, empeorando la situación.
En naciones como Somalia, por ejemplo, aproximadamente 500,000 individuos han quedado sin acceso a asistencia crucial, incluyendo programas de inmunización. En Sudán del Sur, se calcula que alrededor de 200,000 niños menores de cinco años han dejado de recibir asistencia nutricional y médica. Afganistán ha experimentado el cierre de por lo menos diez centros de salud, lo que ha dejado a cerca de 50,000 personas sin servicios médicos. Siria enfrenta la pérdida de acceso al agua potable para más de 35,000 desplazados.
El impacto también se percibe en el Sahel, donde la interrupción de financiamiento ha detenido proyectos cruciales en naciones como Níger, donde cerca de 560,000 individuos dependen de servicios médicos y alimenticios que actualmente están en peligro.
Ante esta situación, las principales organizaciones no gubernamentales han alzado la voz para pedir una respuesta urgente, coordinada y sostenible. Subrayan la necesidad de transformar el actual modelo de cooperación internacional, que consideran frágil y demasiado dependiente de decisiones políticas cambiantes. Proponen impulsar la inversión de impacto, fomentar la participación del sector privado y construir nuevas alianzas estratégicas que garanticen la continuidad de los proyectos en el tiempo.
Una de las propuestas más reiteradas durante el encuentro fue la de reforzar la educación para el desarrollo como herramienta de concienciación social, así como promover una narrativa positiva en torno a la cooperación, que logre movilizar a la ciudadanía y a los actores económicos hacia una mayor implicación en la lucha contra la desigualdad global.
El comunicado de las entidades humanitarias es contundente: se enfrenta a un reto que no es solo económico, sino igualmente ético y político. La cooperación internacional no debe ser vista como un gasto innecesario, sino como una apuesta por la estabilidad, la equidad y la paz mundial. Salva vidas, evita conflictos, restablece comunidades y resguarda a los más necesitados. Ignorar su deterioro sería, según ellos, una irresponsabilidad compartida con consecuencias insalvables.
En este contexto, hacen un llamamiento a la comunidad internacional, al mundo empresarial y a la sociedad civil para que se sumen al esfuerzo de sostener la cooperación internacional. El momento de actuar es ahora, antes de que el retroceso en décadas de avances se vuelva irreversible.