sábado, noviembre 9

Irán es el principal beneficiado de la escalada bélica en Gaza | Internacional

La firma de los acuerdos de Abraham entre Israel y varios Estados árabes (Emiratos Árabes Unidos, Bahréin, Marruecos y Sudán) en agosto de 2020 hizo prever, al menos para Estados Unidos, un futuro más estable y pacífico para la región. Estos acuerdos, patrocinados por Estados Unidos casi al final del mandato de Donald Trump, apuntaban a consolidar una paz duradera y estable para Israel en la región. Además, la mención reciente del príncipe heredero saudí, Mohamed Bin Salmán, sobre la cercanía de una normalización de las relaciones con Israel en una entrevista para Fox News el 23 de septiembre, ratificaba ya durante la Administración Biden que se seguía la estrategia correcta establecida por su predecesor para el reconocimiento pleno de Israel en la región.

Por otra parte, el acuerdo firmado entre Irán y Arabia Saudí en Pekín en marzo de 2023 avivó las especulaciones, incluso dentro de círculos iraníes, sobre una posible distensión entre Irán e Israel como concesión de contrapartida por parte de Irán. Esto habría sido una estrategia para evitar nuevos conflictos con las monarquías árabes de la región, especialmente considerando la gradual normalización con Emiratos Árabes Unidos y Arabia Saudí tras la ruptura de 2016, y tras la reincorporación de Siria a la Liga de Estados Árabes después de su suspensión en noviembre de 2011.

Sin embargo, estas expectativas se desvanecieron rápidamente con los recientes sucesos en Gaza. No obstante, era previsible que esto sucediera. Desde el inicio de los acuerdos de Abraham, existían fundadas preocupaciones sobre la creciente marginación de la población palestina ante el declive del apoyo árabe a la causa palestina. La eventual inclusión de Arabia Saudí en estos acuerdos intensificaría sin duda este sentimiento de desamparo.

La reciente crisis, aunque previsible por diversas razones, ha confundido no obstante a muchos expertos. Se han esforzado por entender cómo no se anticipó este desarrollo y cómo Hamás logró organizar una operación tan detallada bajo las condiciones de bloqueo en las que Gaza ha vivido durante años. Se han difundido acusaciones contra Irán por supuestamente financiar y armar a Hamás. Sin embargo, el propio secretario de Estado de Estados Unidos, Antony Blinken, declaró que no existía evidencia directa de la participación de Irán en este ataque.

Asimismo, el portavoz de las Fuerzas Armadas de Israel, Daniel Hagari, reconoció que no podían afirmar que Irán tuviera algún rol en la planificación o entrenamiento de los involucrados. Y aunque las autoridades iraníes celebraron el ataque y advirtieron sobre el posible fin del régimen sionista en Israel, reiteraron enfáticamente también que no habían tenido parte en la decisión tomada por un movimiento que consideran independiente, y negaron las supuestas reuniones que The Wall Street Journal aseguraba se habían realizado con la presencia del ministro de Asuntos Exteriores iraní, Amir Abdolahian.

No obstante, es evidente que Irán es el principal beneficiado con esta escalada bélica por distintos motivos. Primero, ha sido un firme defensor del “eje de la resistencia” contra Israel, opuesto a los Estados árabes que habían normalizado o estaban en proceso de normalizar relaciones con Israel. Segundo, sin participar activamente en el conflicto, y sin tener que intensificar la batalla discursiva con otros países árabes, ha ganado notoriedad por su supuesto apoyo a Hamás.

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Al igual que en 2006, con el enfrentamiento entre Israel y Hezbolá en Líbano, Irán podría obtener mayores beneficios políticos que cualquier otro actor regional, lo que se suma a los recientes réditos que el presidente Ebrahim Raisi ha obtenido tras la normalización con Arabia Saudí, su inclusión en el BRICS y el intercambio de prisioneros con Estados Unidos. Esto se ha debido, principalmente, a que no necesita adaptar su discurso sobre su apoyo a Hamás para satisfacer a los gobiernos occidentales, o a las poblaciones árabes, que, en general, muestran más solidaridad con la causa palestina que sus propios gobiernos.

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