sábado, noviembre 9

Rubiales, en busca de un lugar en el sol político | Fútbol | Deportes

Luis Rubiales acudió el domingo a Londres para despachar con el periodista Piers Morgan y anunciar su dimisión en un programa de la cadena TalkTv, que se emitirá hoy en diferido. Terminada la entrevista, de la que inmediatamente se difundió un pequeño extracto con la noticia, contactó con Pedro Rocha, amigo del alma y presidente en funciones de la Federación Español de Fútbol, para comunicarle su decisión, formalidad necesaria que se había demorado más de la cuenta, en parte por la terca resistencia de Rubiales y también por la lenta, cuando no sorprendente, actuación de los estamentos españoles, desde el CSD hasta la Fiscalía, que no abrió diligencias hasta que el clamor alcanzó una escala mundial.

Más asombroso aún fue el capotazo que Rubiales recibió del tribunal de justicia en el deporte (TAD), donde seis de sus siete integrantes —sólo discrepó Franciso Pajuelo, el presidente— consideraron que las actuaciones del máximo dirigente del fútbol español merecían la calificación de falta grave y no de muy grave.

La pieza de Rubiales se la cobró la FIFA, organismo radicado en Suiza. Todos los demás han ido al rebufo. Inhabilitó al ahora expresidente un día después de su intempestivo discurso ante la asamblea de la Federación Española. De ese día quedará su negativa a dimitir, la patética perorata a sus tres hijas, su interés en aparecer como víctima de las insinuaciones de Jenni Hermoso —”Me levantó del suelo y me cogió de las caderas”— y la insistencia en declararse perseguido por Yolanda Díaz, vicepresidenta del Gobierno, Irene Montero e Ione Belarra. Citó a las tres dirigentes de Sumar y Podemos por su nombre y olvidó al resto de partidos políticos. Todos, con la excepción de VOX, habían denostado su comportamiento en Sídney, exigiendo la dimisión y, en el caso del PP, pidiendo medidas contundentes.

Veremos si Rubiales profundiza en cuestiones políticas con Piers Morgan, follonero profesional que ha pasado por los principales tabloides sensacionalistas ingleses —The Sun, News of the World, Daily Mirror y Daily Mail— y tiempo atrás sucedió a Larry King como entrevistador estrella de la CNN. De su astucia para auto publicitarse no hay duda. Del ruido que arma y de las acusaciones de misoginia y desempeño sucio en su trabajo, tampoco. En cuanto al fútbol, se le conoce como hincha irredento del Arsenal, pero hasta en ese aspecto inflama el ambiente. Aprovechó el resbalón final del equipo para machacar a Mikel Arteta, el entrenador que ha rescatado al Arsenal de la más absoluta mediocridad.

Rubiales está buscando un lugar en el sol. En el fútbol parece que no tendrá cabida. Aunque la egolatría y la ineptitud le impidieron dimitir durante su intervención ante la asamblea, su intuición no le abandonó. Convirtió su caso en un asunto estrictamente político, muy del gusto de estos tiempos y del carácter divisorio de un hombre primario, sin matices, educado por y para el conflicto, dotado de la peculiar capacidad de arrastre que despliegan los fanáticos y que tanto beneficio les rinde últimamente, no importa lo elementales que sean. Esta gente fractura y contamina, pero vende.

La vibrante respuesta de sus acólitos al discurso en la asamblea, y la de muchos de los que luego dijeron que estaban en desacuerdo con su conducta, explica la curiosa fascinación que produce esta clase de personajes. Prieta las filas, aplaudieron, se levantaron y se entregaron a Rubiales después de una soflama condimentada con una buena dosis de autocompasión y eslóganes baratos —¡asesinato social¡ ¡falso feminismo¡—, explorando por el camino las considerables oportunidades que ofrece la política a individuos de este pelo. No descarten, por si acaso, que alguien le encuentre a Rubiales el encaje que pretende.

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